Las medidas de confinamiento han elevado las ventas de aparatos electrónicos y ha provocado escasez de chips a nivel mundial. Estos chips, o semiconductores, están en el corazón de todos los productos digitales que nos rodean. La insuficiencia de estos suministros, conllevan implicaciones globales en los ámbitos económico, social y político.
Actualmente, la demanda de chips continua en aumento y la crisis se acrecienta. Los problemas de provisión en productos tan básicos como teléfonos móviles, ordenadores, coches, equipos médicos o electrodomésticos han generado ya miles de millones en pérdidas. Esta situación se ha convertido en una piedra en el zapato de la recuperación.
Taiwan y Corea del Sur son los países clave de esta crisis. El economista de TM Lombard Rory Green estima que las dos naciones asiáticas representan el 83% de la producción mundial de chips de procesador. Este dato los convertiría en los productores monopolistas del chip.
Mientras en EEUU, un grupo de senadores urgen al presidente Biden a tomar medidas para «incentivar la producción nacional de semiconductores en el futuro». Y en China, predicen que se producirán 250.000 vehículos menos en el país durante los primeros tres meses del año.
Tanto las empresas de tecnología, como las fábricas automotrices han retrasado su producción y la entrega de sus productos. Esta situación amenaza con subir los precios que pagan los consumidores.
Los tiempos de espera de los nuevos modelos de automóviles aumentarán. Y también, podría resultar difícil encontrar algunos repuestos. Mientras que los gigantes de la tecnología, como Samsung y Apple, tienen el poder adquisitivo para asegurarse prioridad. Las marcas más pequeñas, pueden verse afectadas de manera desproporcionada.
Cabe suponer que si hay un dispositivo o tecnología que realmente deseas obtener pronto, tendrás que esperar un periodo de tiempo más largo para poder ver una mejor oferta.